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HIRO MATSUOKA



Reviews



Exposición “Chiaroscuro: Luces y sombras en la fotografía”

Oscar Ciutat


Kowasa Gallery inaugura el próximo martes 1 de octubre a las 19:30h la temporada 2013-2014 con “Chiaroscuro: Luces y sombras en la fotografía”, una exposición colectiva que reúne un conjunto de 60 fotografías en blanco y negro de algunos de los autores más destacados del fondo de la galería.

Inicialmente desarrollada en la pintura, la técnica del claroscuro ha constituido el referente-base del lenguaje fotográfico. Contrastes altos y tonalidades extremas, superficies diáfanas que se diluyen en la luz del día y cuerpos ensombrecidos son algunos solo de los recursos que explora con avidez la fotografía en todas sus vertientes y manifestaciones –la abstracción, el retrato, el género documental. Todo ello, cobra forma aquí mediante la obra de autores tan consagrados como Frantisek Drtikol, Ralph Gibson, Masao Yamamoto, Rafael Navarro, Miroslav Rössler, W. Eugene Smith, y otros.

El claroscuro es una técnica pictórica que consiste en el uso de contrastes fuertes entre volúmenes, unos iluminados y otros ensombrecidos, para destacar algunos elementos de un modo más efectivo. Desarrollada inicialmente por los pintores flamencos e italianos del Cinquecento, la técnica alcanzaría su madurez en el Barroco, en especial con Caravaggio, dando lugar al estilo llamado tenebrismo. En la era moderna, tanto el cine como la fotografía se la apropiaron para sus propios fines, explorando al máximo su dimensión expresiva: el cine, con el expresionismo alemán y el film noir (cine negro), y la fotografía, en una serie de manifestaciones, algunas de las cuales pueden verse en la presente exposición.

Como puede comprenderse, el impacto del legado pictórico y del pictorialismo fue un factor muy decisivo para la popularidad de que ha gozado siempre la práctica del claroscuro en los géneros del retrato y del desnudo. Maestros de la fotografía documental como Eugene W. Smith utilizan la técnica para intensificar el dramatismo de las escenas que capturan con su cámara. Tanto E. W. Smith como Jaroslav Rössler y Frantisek Drtikol emplean en sus retratos las luces y las sombras, aplicando las lecciones de los grandes maestros de la pintura a la hora de puntuar la dimensión psicológica de su encuadre y de facilitar un desenlace dramático contundente.

Para los creadores modernos de las vanguardias fotográficas del siglo XX, que abogaban por el carácter puro e innovador del nuevo medio, el claroscuro se convierte en un símbolo de la nueva visión. Es sobre todo en el campo del fotograma donde se puede apreciar la versión fotográfica del claroscuro, es decir, su inserción y su nuevo lugar en el lenguaje monocromático de la fotografía. El fotograma permite obtener fotografías sin la utilización de la cámara, con la ayuda de la luz que incide directamente sobre los objetos y deja su huella sobre el papel sensible, invirtiendo los tonos y creando una imagen-negativo.

Precisamente en la primera mitad del siglo XX, con la eclosión de los movimientos de vanguardia, los artistas recuperan esta técnica para subvertir el lenguaje fotográfico. Es también entonces cuando se reinventa la noción clásica y convencional de claroscuro, el cual se reformula en su concepción puramente fotográfica —una concepción de carácter formal que se aleja del artificio dramático en favor de una experimentación que juega con la ambivalencia tonal, las transparencias y los volúmenes y resalta la estructura de los contornos dibujados por la luz. Desde el blanco celestial que diluye la composición hasta la densidad del negro, esta nueva visión se fundamenta en la presencia o ausencia extrema de la luz, plasma un universo nuevo alejado de lo real y aporta una nueva dimensión a los objetos: objetos iluminados o ensombrecidos irreconocibles, sumidos en el negro en los dibujos fotogénicos de Peter Keetman, Willy Kessels y Heinz Hajek-Halke, o diluidos en el blanco en los fotogramas de Floris Neüsuss y György Kepes. Una visión más contemporánea en la misma línea puede encontrarse en los fotogramas de Aleydis Rispa en su serie “Basura espacial”.

En el ámbito del cuerpo, la transcripción del claroscuro es un recurso recurrente a la hora de envolver el cuerpo con sensualidad, misterio y espiritualidad como se puede apreciar en las fotografías de autores contemporáneos como Irina Ionesco y Joan Colom. En la evocativa imagen “Serious Marilyn” (1954), de George S. Zimbel, el claroscuro se identifica con una percepción más íntima que cobija un sentimiento de desamparo y aislamiento. Por otro lado, autores vanguardistas como Frantisek Drtikol optan en sus desnudos modernistas de los años veinte por minimizar sus efectos dramáticos y emplear los extremos de las tonalidades para convertir el cuerpo y la luz en componentes geométricos de un espacio minimalista de carácter cubista. De un modo similar, en el rostro de mujer de Ralph Gibson (1982) y en la serie “Formas” (1975) de Rafael Navarro la luminosidad predomina en el juego de luz y sombras para dar lugar a una representación abstracta, bidimensional y artificial en su esencia. Estos últimos trabajos parecen someter la tradición y sus iconos a los neones de la modernidad, aportando así una interpretación más contemporánea del claroscuro. Mientras tanto, las reflexiones sobre el proceso fotográfico siguen ahí, y llegan a alcanzar puntos extremos con los retratos solarizados de Valentín Vegara (María, 1998) y B. Davis (S/T, 1948). Lejos de ser un elemento de contenido, el uso del claroscuro es aquí puramente formal. Evoca la tensión entre el negativo y el positivo de la imagen fotográfica, subrayando la mediación inevitable de la cámara entre el mundo externo y nuestro ojo.

Con la ambivalencia tonal que proporciona, el claroscuro se emplea hoy de forma generalizada en todos los campos de la fotografía en blanco y negro como un vehículo de subversión de la mirada. Como un integrante más del lenguaje fotográfico, enriquece nuestra percepción de la realidad. En los bodegones de Valentín Vegara, la incursión de la luz contra el objeto alterado en sus proporciones aporta un resultado visual insólito. Artistas como Gilbert Garcin emplean los contrastes abruptos entre la luz y la sombra como un elemento puramente arquitectónico en sus puestas en escena, minimizando cualquier efecto dramático. Otros, como Manuel Serra y Lynn Stern, describen su impacto emocional a través de secuencias de imágenes que describen el paso de la luz a la solemnidad de la sombra, del positivo al negativo y, viceversa, de la materialidad de la película a lo intangible de la luz.

Por último, la fotografía, preservando siempre su nexo indiscutible con la realidad, ha aportado una concepción más amplia y creativa del claroscuro. Impregnada del humor y del punto de vista del autor, la realidad asume un nuevo papel y el juego de luces y sombras se convierte en un juego más genérico entre la luz y la noche, el blanco y el negro, los polos opuestos de la vida misma y sus guiños, como se puede observar en las piezas de Oriol Maspons, Hiro Matsuoka y Manuel Serra.



Barcelona Photobloggers, 27.09.2013






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